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SINÉCTICA

La sinéctica es la base de la creatividad ya que toda acción creativa se basa en la conjugación de ideas o cosas previamente existentes para dar lugar a un producto original completamente distinto. De hecho, la palabra sinéctica tiene su origen en el vocablo griego synectikos que significa «la unión de elementos distintos y aparentemente irrelevantes». Comenzó a formar parte del vocabulario de los especialistas en creatividad cuando William Gordon, en el año 1961, publicó el libro Synectics.

De estos principios teóricos básicos, surgieron los dos elementos más interesantes que constituyen la verdadera esencia de la sinéctica en la práctica:

  • Volver conocido lo extraño.

  • Volver extraño lo conocido.

Abuela vietnamita.jpg

PRECIOSA, LA ABUELA VIETNAMITA

(HACER LO EXTRAÑO, FAMILIAR)

Estela Falcón - Taller de la costa - Uruguay 2023

           

Después de dos años de compartir habitación en el campus del University College de Oxford, donde culminamos nuestra Maestría en Bioquímica y fortalecimos nuestra amistad, invité a Nicolás a visitar mi país para los eventos de la Fiesta Hoi An, la fiesta de la luna llena.

Después de un largo viaje, con escala en Hanoi, llegamos a Hoi An cansados y famélicos. Nos esperaba mi abuela Quy, exultante de alegría por volver a ver a su nieto luego de tanto tiempo y deseosa de agasajarnos y conocer al amigo del que tanto yo le había hablado.

Menuda, risueña y charlatana, le tuve que explicar a Nico que ella lo trataría muy bien, pero que su educación no le permitía tener contacto físico con personas del sexo opuesto, por lo que cuando se encontraron fue muy divertido ver cómo la abuela gesticulaba y reía tratando de hacer sentir bien al invitado, mientras él sonreía quieto tratando de reprimir su costumbre de saludar con beso, abrazo o apretón de manos. Yo le había dicho a la abuela que no preparara comida muy nuestra para el recibimiento porque las costumbres del uruguayo eran bien diferentes, pero ella se había esmerado en preparar todo para que el invitado, conociera, en un rato, lo mejor de la tradición culinaria vietnamita.

Quy se había ataviado con su mejor Ao Dai, naranja y rojo, largo hasta los tobillos sobre un holgado pantalón blanco, y protegía su cabeza con su sombrero de hojas. Exultante de alegría, nos permitió apenas cambiarnos de ropa y rápidamente nos hizo sentar a la mesa que tenía preparada con todas sus especialidades: en el centro, un gran bol de sopa Bun Bo Hue, con fideos de arroz y hierba limón que ella misma había cosechado, puesto a secar y pulverizado. Todo esto me pedía que le explicara a Nicolás, con su hablar apurado y agudo, y con una gran sonrisa esperaba mi traducción para luego observar muy atentamente la reacción de mi amigo en dos etapas: cuando escuchaba y cuando probaba.

Tuvimos la aprobación de la sopa por parte de Nico, que tímidamente la había probado. Cuando la estaba empezando a disfrutar, y se lo veía más tranquilo, la abuela arrancó de nuevo con su perorata para que le explicara todo lo demás que había sobre la mesa, y le sirviera: llené los vasos con té verde bien fresco, y tuve que empezar a traducir, sabiendo que el shock que generaría en mi amigo podría generar algunos inconvenientes en su aparato digestivo y en la alegría de la abuela. Le expliqué que los platillos alrededor del bol de la sopa contenían Cá Cuón Ho, panecillos de pescado envueltos en cebolla, y unos snacks que le encantarían.

Así fue, aunque su cara fue extraña cuando le dije, luego que se vaciara el último platillo, que se trataba de gusanos de seda fritos. Entre escuchar lo que Quy me pedía que tradujera, calmar su ansiedad, traducir, y esperar la reacción de Nicolás ante cada descubrimiento, a mí se me había pasado el apetito. Me preocupaba lo que venía después: cómo explicarle que como plato central, la abuela se había esmerado con sus especialidades: Thit chó, perro estofado con salsa de camarón, fideos de arroz y vegetales, Thit Ron, corazón y sangre de serpiente mezclados con licor de arroz.

La cara de espanto y las arcadas del invitado cuando traduje el primer plato, hizo que se bebiera de un trago el Thit Ron, antes de que le pudiera explicar de qué se trataba. Estuvo un rato en el baño recuperándose, y no sirvió de excusa que le dijéramos que la sangre de serpiente era lo mejor para la virilidad masculina. Quy no paraba de reír, y yo trataba de consolar a mi amigo, conteniendo mi propia risa. Finalmente, luego de un rato de espera, con el postre nos fue mejor: el Ché Ché, postre de maíz dulce con leche de coco, le encantó y repitió.

Quy aplaudía, feliz por la aceptación, y trajo para celebrar una botella de Ruou, nuestro vino de arroz, envuelta en un paño oscuro. Nicolás, recuperado y contento, brindó con nosotros y agradeció a la abuela con todos los gestos posibles, mientras ella me decía riendo y guiñando: déjalo Bin querido, no le cuentes que dentro de la botella hay serpiente, no vayamos a estropear su disfrute.

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