
María Rosa di Giorgio Médici (Salto, 16 de junio de 1932 - Montevideo, 17 de agosto de 2004) fue una escritora uruguaya que desarrolló una prosa sumamente inusual y sin precedentes en la historia literaria de su país
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Un gato naranja con los párpados dorados que observaba a Marosa
desde el alféizar de la ventana de su habitación. Y el gato le sonreía con ternura.
TRASCENDER
Graciela Catañy
En una habitación oscura apenas iluminada por la tenue luz de un atardecer de otoño,
una excéntrica poetisa yace en su lecho final.
De sus manos cuelga una hoja escrita de versos sensuales inacabados.
El eco de su vida en su Salto natal,
sin filtro moral,
se asoma en sus pensamientos.
En la ventana del cuarto un gato naranja con botas la observa.
Tiene ojos verdes con párpados dorados.
Su ronroneo suave y mirada con ternura la consuelan.
Ella recuerda las palabras que fluyeron de sus versos.
Otrora el paraíso perdido de la inocencia.
El desamparo ante el sexo y la muerte.
El gato se le acerca con cada respiración Que se vuelve más ligera.
Le ofrece su calor, acurrucándose.
Ahora entiende rodeada de su poesía y de su tierno compañero,
que, aunque el cuerpo se apague, sus versos nunca conocerán el silencio.
LA GATA NALA
Juan Carlos Piñeyro
En el reino animal existe un representante femenino que interpreta muy bien a los humanos, y muy generosamente les regala no solo su graciosa mirada, sino que les devuelve con sus gestos las múltiples muestras de cariño.
Sabe traducir cada intención de la gente que compone su mundo cercano y lo hace naturalmente como si fuera una integrante de un circo payasesco que con su performance realiza piruetas que arrancan grandes expresiones de hilaridad.
Puede realizar contorsiones inverosímiles e inmediatamente, como queriendo recibir la aprobación de su público, se va arrimando a cada ser y lo acaricia con su magnifica pelambre.
Con esa hermosa conducta social va derramando su simpatía que por ósmosis se adueña o genera la más amplia empatía que se puede dedicar a otro ser.
Es curioso saber como un sujeto de otro género tiene la fortuna de poseer ese valioso don generoso hacia los demés, manteniendo el mejor humor y la constante adhesión.
Para ir redondeando el final de esta historia, debo contar que quizás parafraseando el fantástico cuento de Marosa, nuestra protagonista Nala en una de sus acciones, demostró sus ambiciones de divismo y se trepó a un mueble en el cual se encontraba una polvera con brillantina de colores, seguramente en una maniobra defectuosa, se derramó el contenido esparciéndose por el piso, circunstancia que aprovechó para revolcarse y convertirse en un maravilloso peludo RAINBOW.


Acerca de un gato naranja
Violeta Piñeyro
I
El gato naranja apareció sentado en la ventana, y a su modo, me confió que era el final.
Desde sus ojos verdes sonó una melodía de violín, y él se puso a cantar suavemente una canción sin palabras. De lejos la acompañaron las campanadas del reloj del abuelo.
Siguió caminando lentamente, y de entre sus patas salieron pequeñas pero muy perfumadas naranjas, como pelotas de golf que empezaron a elevarse hacia el cielo zigzagueando,
creyéndose cometas.
Luego empezaron a brotar jazmines, lirios y orquídeas blancas ,
que volando fueron dibujando un camino.
Entonces empecé a recorrerlo, tranquila y despacio.
Al final estarían mis amores de siempre, los podría abrazar por fin, feliz por el reencuentro.
II
¿Qué puedes contarme sobre la muerte gatito naranja?
Tus ojitos de esmeralda sólo dicen que acecha
cerquita, lenta y certera.
En estos últimos tiempos, no me parece tan mala,
me ha ido preparando,
ya sin cuentas pendientes,
ya sin reproches,
ya sin temores.
Ojalá pudieras venir conmigo, gatito naranja,
y acompañarme como hacían antes, con otros hombres confiados.
Marcharíamos dignamente, con una sonrisa
y un gracias por la vida que tuvimos.
MAROSA Y LA MUERTE
Myriam Cardozo
Terminaba su viaje por la vida y las imágenes de los recuerdos se agolpaban en su mente. Sí, tenía razón Borges. Su vida es como el río, hecha de tiempo y rostros que pasan como el agua.
Su embarcación, corriente abajo va acompañada por el surubí, mientras el río, como un gran padre fertiliza la tierra al pasar.
Su huerta, testigo de soledades, se cubre de azahares y frutos maduros naranjas y rojos, como su pelo. La tierra vive el ciclo de la vida entre sus entrañas. En primavera explota.
Los ratoncitos asustados y tímidos, en los galpones hacen sus nidos mientras que los murciélagos despliegan sus alas para bailar una danza misteriosa por la noche.
Todo se transforma … el gusano en mariposa, su cuerpo de niña en cuerpo de mujer. Siente la soledad envuelta en miedos…. Su sexualidad reprimida por la sociedad y la religión, se manifiesta por el contacto con la naturaleza. Animales y plantas son su consuelo.
Se despierta con el trino de los pájaros haciendo sus nidos en la ventana: la golondrina, la viudita, el picaflor. Allá, en el monte cantan el boyero y el sabiá mientras que en el suelo se arrastran la crucera y la yarará. El yaguatirica, gato montés de pelo amarillo la vigila desde lejos con su mirada hechicera.
La brisa es perfumada y suave. El sol del atardecer tiñe de rojo intenso el rio, como su cabello. Es fuego, pasión que estimula sus sentidos. Su monte y su huerto con árboles frutales la despiden.
Mira por la ventana y un gato color naranja se estira sensualmente, la mira y le hace guiñadas con sus ojos de pestañas doradas. El miedo la paraliza pero el gato es amigable y la invita a subir a esa otra nave para su viaje final. Ella se entrega, recuerda a Juana y advierte: -¡Caronte! ¡Seré un escándalo en tu barca!
CUENTO FANTASTICO
MAROSA DI GIORGIO
Alba Pérez
Desde la ventana el gato la observa.
A lo lejos en la noche, se oyen los coyotes, la luna llena en todo su esplendor,
es propicia para verlos con su hermoso pelaje.
Pero no es el pelo normal, sino que estos son todos blancos, como la luna.
¿Serán sus hijos ?
La joven, Marosa, posa desnuda, está despierta, pues no es posible dormir entre el brillo de la luna y el rugido de las bestias ,
Más lejos de ellos, pero más cerca de ella, la manada de ovejas corre y se acurruca en un extremo del corral. Sienten miedo, o, ¡adivinan el peligro!
Los perros de la casa , están alerta por todo este festival de sonidos , ya que el brillo de la luna lo hace posible.
En un instante, el gato, que observa a la joven desde la ventana, salta sobre ella, que cae estrepitosamente al suelo , derramando el hermoso ramo de flores multicolor que estaba sobre la mesa.
Yace inmovil, el color amarillo del cabello esconde su cara, pero una mueca de dolor se adivina en la misma.
Ya no es posible incorporarse, porque la vida se le fue al golpear su cabeza en el borde de la estufa a leña.
Ahora si, los coyotes se hacen presentes dentro de la casa, arremetiendo contra perros , muebles, y contra ella indefensa,, destruyendo todo a su paso
El gato ha vuelto a la ventana.
Se le observa una leve sonrisa
Nada más
Prosa poética
Marosa
Lucy Martins
¿Qué eres? Quién eres? ¿Acaso el diablo?
Si alguna vez te imaginé, te hacía con rostro humano, enfundado en una larga capa negra,
rodeado de misteriosos seres repugnantes.
¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Acaso mi madre?
Ella, que con su tierna sonrisa me llama y me espera en el más allá.
No quiero irme, no quiero morir aun, mi prosa, mi verso, aún tienen mucho por decir!
¿Qué eres? ¿Quién eres? ¿Acaso un amigo?
Cualquiera diría que por tu color de pelo y tus parpados dorados, eres un ser extravagante,
que con su aspecto suave de gato, con esa tierna sonrisa, me pide que no tenga miedo.
¿Quién eres? ¿Qué eres? Ahora lo entiendo…..
Eres la MUERTE disfrazada de Marosa, que me viene a buscar….
El gato naranja
Ethel Zanetti
Nunca pensó en adoptar un gato.
La imagen horrenda que le había quedado luego que murió aquélla mujer, le había generado total rechazo hacia los felinos.
No era para menos, luego que sacaron a la mujer de la casa, Marosa fue a ayudar a la familia a ordenar el lugar. Los hijos de la mujer eran sus amigos del alma, no podía dejarlos solos.
Menuda sorpresa encontraron; en esa casa, de tres habitaciones, convivían con la extinta, trece gatos. El hedor era insoportable, era imposible ubicarlos en algún albergue. Nadie sabía dónde llevarlos. Su destino ya se le había definido. No los matarían, pero debían abandonarlos en algún lugar descampado. Terrible opción, más ¿Qué otra posibilidad existía.?
Los familiares de la muerta correteaban por las habitaciones atrapando a los gatos y metiéndolos en una bolsa.
Los gatos eran de todos colores. Negros, blancos, moteados de marrón y blanco, pero en particular, había uno, un gato naranja que obervaba a Marosa desde el alféizar de la ventana de uno de los dormitorios.
El gato le sonreía con ternura y ella, de pronto se fijó en sus párpados dorados que reflejaban los rayos de sol que se colaban por la persiana.
Marosa se acercó hasta ese felino, cruzaron sus miradas, ella se estremeció, sintió un sudor frío, y a su vez, dulce sensación. No, no podía dejar que el gato naranja sucumbiera.
Estiró sus brazos hacia el animal, y éste saltó hacia Marosa con sus uñas abiertas clavándose en sus ojos.
Marosa aulló de dolor, ante sus gritos, los amigos acudieron urgente, atraparon al gato naranja, y un destello de luz iluminó toda la habitación.
Finalmente, la casa quedó vacía y limpia. Ciertamente, Marosa nunca adoptaría un gato.
" Un gato naranja con los párpados dorados".
Ricardo Hernández
Ella era una mujer sin edad, pero con varias decenas de años sobre la Tierra, que solía escandalizar a los burgueses con su cabello rojo ígneo, sus labios verdes, y el cutis blanco níveo por los afeites aplicados.
La sonrisa meliflua del felino le anticipaba un recibimiento triunfal cuando descendiera gallardamente por los sólidos cristalinos peldaños, y pisara la alfombra azul que se extendía hasta las puertas del Cielo de los artistas contestatarios ataviada con su adorado poncho ámbar con lentejuelas turquesas.
La acompañaría un cortejo maloliente de otros gatos no binarios con todos los colores del arcoíris, escoltados por perfumados perros fluorescentes cantando en afiatado coro La traviata en su versión uzbeka. Sí, esa que según los expertos había sido recopilada y difundida en todo el orbe por un proscripto capibara bizco de dudosa fama. Pocos creían su historia, mil veces relatada y cada vez mejorada, de su vida principesca cuando fue adoptado por una princesa maya luego de extraer con sus dientes una espina de perejil incrustada en la pata del medio de su mascota preferida.
Simultáneamente ángeles rosadiales surcarían el firmamento volando raudamente o pirueteando, enfundados en sus abrigos de pieles de mariposas antárticas que enmascararían sus cuerpos cenicientos, pero que expondrían ostentosamente sus órganos copulatorios pintados de bermellón.
Aquellos, que rigurosamente desordenados, estuvieran en espera de su turno para ingresar, dispondrían de gastronetas, cuya silueta se vislumbraría entre los humos de amargo incienso,
donde podrían degustar exquisiteses varias ofrecidas a precios casi inaccesibles. La especialidad recomendada por reputados sommeliers: embutidos jamaiquinos aderezados con salsa ocre de arándanos orgánicos.